sábado, 21 de enero de 2012

la sirena

Como antes siempre, la tarde la está esperando.

(de aquellas noches en las que apenas hubo nada ahora no quedaba nada, ni tan siquiera el recuerdo con el que las evoca)

Sola en la arena, sigue el rito que la peina, la maquilla y la desnuda. Sola se reboza acostumbrada a este sitio donde quedara, de un día y para siempre, ya en la arena.

Mientras, y encima de un vasto océano cambiante, el cielo tienta breve y cuidadosamente la calidez del arco iris.

Sola en la arena la tarde la recibe ansiosa y ella, ya peinada, maquillada y desnuda, se ofrece solícita a los tornasoles de su infinidad. Ni a lo lejos parece que las piedras se inmutan; no parece, ni a lo lejos, que los barcos esquivan oleajes azarosos por culpa de una mala luna.

Casi en un rezo, se revuelca de un lado a otro de la costa (lejos quedaron ya los días de los pescadores) sin saber que es lo que añora.

Solo sabe que se peina y se maquilla, y que hubo otras noches.

Encima de sus pardos ojos ningún desvarío estelar le ofrece el consuelo que no pide (aunque de espaldas a la costa es cuando parece que más ansia, pero no tanto, y mucho menos, no tanto como entonces)

Se revuelca mil veces por la arena como si le hubieran jurado que está loca y pasa el resto de la noche destruyendo estrella a estrella el horizonte.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me quedo con que hubo otras noches (tantas otras noches)

Alguien

La Consejera dijo...

Y esperaremos más noches, como quien espera el príncipe azul aún conociendo su inexistencia.

Encantada de leerlas,

La Consejera

Guillermo de los Mozos dijo...

Me encanta tu blog, felicidades, sigue así. Saludos