lunes, 20 de febrero de 2012

agosto

Las luces de Fórmula todavía brillan a pesar del alba y el viento. Tú abres los ojos, aunque el reflejo de una luz en la llanta de un coche te obliga a cerrarlos de nuevo.

Te giras torpemente arrastrando las rodillas por la gravilla, e intentas incorporarte. Las zapatillas se te han desabrochado y los cordones sucios y desfilados se te enredan entre las piernas. Tus rodillas, con gravilla incrustada, te limitan unos pantalones negros y anchos fronterizos, a la vez, con una camiseta también negra donde se lee Extremoduro.

Ya de pie y apoyando la espalda en la puerta del coche que tienes detrás buscas la riñonera, un cigarrillo y el mechero, y empiezas a fumar. El frío de la mañana te agrieta los labios, y se te engancha el cigarrillo y te hace un corte, sin sangre. Un respiro profundo te atraganta el humo, y la tos te provoca el arremolinamiento de una tonelada de arena por tu boca y por tus dientes, y la certeza que si no cierras los ojos, se te caerán.

De lejos oyes las bocinas y la música de los coches con los maleteros abiertos, y te dejas transportar por esa extraña sinfonía, mientras juegas a cavar con el pie un hueco en el suelo.

Las montañas y sus pedrizas empiezan a brillar con el reflejo del primer sol. Fórmula acaba de apagar las luces, y tú miras las montañas, esforzándote para vencer la borrosidad de tus ojos saturados de noche. Luego caminas hacia el muro bajo que delimita el parking y te estiras encima, con una pierna colgando a cada lado y con las rodillas dobladas, dejando caer un poco de la gravilla pegada en ellas.

Las montañas, con su dignidad majestuosa, te empequeñecen, a la vez que una ráfaga de viento fuerte te recuerda que has perdido la sudadera. Tienes frío, pero igualmente cierras los ojos.

Se te cae al suelo la riñonera abierta y las monedas, los cigarrillos y las llaves se mezclan con la gravilla, pero no te das cuenta o no te importa. Sigues estirada en el muro y con los ojos cerrados esperas que el día acabe de instalarse. Mientras, poco a poco, el mundo se deja de mover. Aún no tienes prisa. Es tu primer verano.