domingo, 13 de abril de 2014

Sangre

Cuando vuelva la sangre se enquistaran las grietas, y las legañas, en un perpetuo baile isquémico, permanecerán atentas a la sucesión de calaveras que vendrán a repoblar las sendas.

Será entonces cuando los cobardes beberán su propia histeria, y dormidos en cualquier rincón tullido de la ciudad, decidirán vivir como un soldado homenajeado tras su muerte.

Sí, será entonces cuando se volverán de hierro las lenguas cansadas y los niños tendidos, las fuentes arcillosas y los claveles sin saliva. Se volverán de hierro, sí, como los caminos varados entre lo que fue, lo que vino y lo que no importa.

Y entonces tú, indiferente al fuego de las pupilas ajenas, reclamarás la vida en todos los atolladeros de lava, y me volverás a hablar de la soledad de los puertos y de las montañas cansadas, y te quedarás inmóvil junto a las avenidas -ya ríos- desoyendo el ruido de las navajas y las puertas.

Y entonces tú permanecerás eternamente adormecido entre el vértigo, el asco y la calma.