Siempre
huías: así te recuerdo.
Y a
mi ya sólo sé recordarme restaurando palabras viejas de entre tus imperfectos
silencios.
Pero tú
huías, siempre, de madrugada o a media tarde,
- ¡pero
ya a quién le importa el tiempo!-
Sencillamente
salías y, eso sí, siempre cerrabas la puerta.